Un cuento escrito hace ya, varios años... Lo transcribo tal cual, aunque hoy vea la historia de distinta manera...
Había una vez una mujer que se sentía perdida en su instante presente, buscó en la vida un príncipe azúl, como lo había leído en los cuentos. Buscaba al hombre que la hiciera sentir importante, querida, amada, fuerte, independiente, apoyada. Con quien pudiera compartir sus sueños y sus metas, alguien que fuera capaz de dar y recibir el amor tan grande que había tenido guardado.
Era una mujer que se sentía invencible, que pensaba que el mundo era suyo, que estaba ahí sólo para vivirlo, para gozarlo. Pero no había amado realmente, creía que el amor existía, pero nunca lo había experimentado cerca, siempre con una barrera de miedo por no encontrar al príncipe de sus sueños. Por eso no había entregado su corazón por completo nunca. Un día conoció a uno, sólo uno que la hizo suspirar, que la hizo decir por primera vez “te amo”, y se sintió vulnerable. No era fácil sentir una sensación y un sentimiento totalmente nuevo para ella. Hizo cosas inesperadas, vivió y amó con locura por largo tiempo, pero llegó un momento en que perdió algo de lo que había en su interior y empezó a cometer errores por miedo a lo desconocido, porque no entendió que el amor viene de adentro, porque no pudo entender que lo bello no podía ser eterno.
Dudó si esa felicidad podría ser real, y si ese amor sería una verdad y no un espejismo, y se confundió, puso en duda la existencia del amor de nuevo. Esperaba de alguien lo que debía buscar en ella misma. Cometió tantos errores que el príncipe se fue, se distanció tanto que no supo cómo recuperarlo. Y entonces, se dio cuenta que la vida no era tan bella, que había cosas que no podía controlar, que las lágrimas sí salían de sus ojos, y que tenía que llorar todas las que no había llorado a lo largo de su vida. Se dio cuenta que los errores se pagan caros, y que las decepciones no se curan con medicinas.
También entendió y conoció lo que es sufrir realmente, pero no se arrepiente, porque el amor que recibió y que dio fue tan profundo, que comprendió que lo que había guardado, eso que nunca quiso ver, eso que nunca quiso reconocer, era una lección que debía de vivir para aprender, para no rendirse, para sentirse humilde y darse cuenta de que no siempre se gana, y que el amor nos hace vulnerables.
Pero también aprendió que si nosotros mismos nos provocamos el dolor, no vamos a dejar de sufrir nunca. Que la felicidad real solamente está en personas completas que se complementan, no en la búsqueda de un ser que nos haga felices, porque ¡Nadie tiene porqué hacernos felices! Que la responsabilidad de sonreír esta solamente en nosotros mismos. Que hay que ser fuertes y pensar en que todo lo que busquemos podremos lograrlo, pero no hay otra forma que encontrar el amor a uno mismo primero.Entonces levantó la cara y dejo ir al príncipe, y se le cayó el castillo en la cabeza. Piedra por piedra. Y ahora no tiene ni castillo ni príncipe. Así que será mejor que se enamore del dragón…