Cuando logramos desapegarnos, el sufrimiento pasa a un segundo plano. Podremos sentir dolor, pero no nos quedaremos enganchados a él. Nos embarga una sensación de paz interior, que nos muestra que hemos aprendido a dejar atrás eso que nos perseguía.
Y para mí, desapegarse es soltar. Es entender que nada es mío, yo solo estoy transitando por este espacio de vida que me fue regalado. Y que disfrutar este presente, se trata de vivir, plena y maravillosamente sin miedo a perder. Que cuando algo se va, es porque no me pertenecía, y que seguramente, si lo comprendo y aprendo a esperar, algo mejor llegará. Mientras más rápido aprenda las lecciones de mis pérdidas, más gratificante será la recompensa.
Porque todo cambia, todo va y viene. Si existe una constante en esta vida, es el cambio. ¡Y eso es bueno! Que aburrido sería que todos los días fueran iguales, y que todo se quedara inmóvil.
El saber soltar, dejar ir, entender que es parte de nuestro aprendizaje, nos da una nueva perspectiva. Si hoy pierdes a una persona, una relación, una empresa, tus comodidades, dinero… Es tal vez porque la vida te está dando una oportunidad de vivir sin ello. Te está enseñando que eres mucho más fuerte que eso, que solamente necesitas ser creativo, buscar, inventar cosas nuevas. Que muy probablemente, no lo necesitas para vivir. Nos está mostrando que hay mucho más por conocer, aprender y vivir. Que en realidad, no poseo nada, porque todo es prestado. Incluso mi propia vida. Y me puede ser arrebatada en cualquier momento.
La verdadera libertad, está en nuestro interior. Y no hay manera de ser libres, si vivimos amarrados a algo o a alguien. Dejo atrás con agradecimiento lo que me ha sido dado en el pasado, y recibo con las manos abiertas y sin cargas, lo que el presente me está dando.