Tener el alma limpia, ayuda a levantarnos en paz. A perder miedos, y seguir adelante.
Nos da una sensación de plenitud y tranquilidad. Nadie me persigue, nada me turba, ni me detiene. Ha llegado el momento de vivir mi vida en el presente. Sin importar lo que el hoy me tenga preparado. Con sus risas y sus lágrimas, con nuevos y distintos retos, aprendiendo de cada experiencia y exprimiendo cada instante. Con el alma limpia y el corazón tranquilo.
Cuando no tienes nada que temer, nada que esconder, y nada de que huir, comienza a manifestarse la luz interna. La opinión de los demás se vuelve eso mismo. Una opinión. No te rige ni te ofende. Porque para que algo me ofenda, debo validarlo primero. Debo permitir que llegue al fondo y me lastime. Pero si yo lo tomo como un pensamiento subjetivo de alguien que no soy yo, de personas imperfectamente humanas como yo, me daré cuenta de que cada persona tiene el derecho de pensar por sí misma, opinar, hablar e incluso insultar. Pero si el insulto no entra en mi corazón, es imposible que me ofenda.
En esta etapa de mi vida, en que se vislumbra un poco de paz, en que empiezo a soltar mis miedos y dejo algunas piedras atrás, los problemas vividos toman nuevos colores. El panorama no es obscuro, la claridad parece alcanzarme. Si me equivoco aprendo y comienzo de nuevo. Si acierto, lo disfruto y sigo adelante. Soy absolutamente responsable de mis decisiones y sus consecuencias. ¿Serán los años? ¿Será lo vivido? ¿Será el trayecto? ¿Será efímero? No lo sé… pero si se, que hoy tengo el alma limpia.
Y se siente muy bien