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¿Quieres ser feliz?


Elegir entre querer ser feliz o infeliz ¡Es fácil! Y si se trata de elecciones sencillas, hay muchas en la vida que vamos tomando con gran naturalidad y soltura… Sabemos si preferimos lo dulce o lo salado, el frío o el calor, la playa o el bosque…

El problema real es cuando las elecciones que hacemos empiezan a marcar nuestra vida, y cuando nos damos cuenta de que no todas las elecciones han sido buenas. A la pregunta: ¿Quieres ser feliz? Absolutamente todos contestaremos afirmativamente. Entonces, ¿Por qué razón cuando queremos aterrizarlo no parece tan sencillo? ¿Por qué decidimos quedarnos donde no nos aman? Y a veces… ¿donde no nos llaman? ¿Cuáles son las razones para elegir soportar una humillación, un maltrato físico o psicológico, o que alguna persona controle nuestra vida? ¿Cuál es el verdadero fondo cuando elegimos no amarnos lo suficiente? ¿Cuando decidimos justificar que no logramos ser felices por una inmensidad de situaciones externas, sin aceptar que la única forma de ser felices la tenemos en nuestras manos?

Nosotros tenemos a diario la elección de nuestra actitud. De reunir una serie de momentos felices para lograr tener espacios felices. Es definitivo y comprobable, que si decidimos llorar por lo que nos pasa, lamentándonos por lo infelices que somos, o por nuestra mala suerte, lloraremos toda la vida. En cambio, si decidimos sonreír y aprender, nos haremos la vida mucho más sencilla.

Si vamos caminando por la vida buscando culpables, seguro será que los encontraremos. O de alguna forma, los inventaremos, los fabricaremos o los agregaremos a la interminable lista de las personas que “me han lastimado”, “me hacen sentir mal”, o “no apoyan mi crecimiento”. Cuando en la práctica, la única persona responsable de todo eso solo puedo ser yo.

Las expectativas que nos hacemos de lo que “debiera” hacer alguien más es el problema mayor. Si no recibí el cariño, la atención, el amor o el trato que yo esperaba, siento que “me hicieron algo”, cuando eso solo está dentro de mí, no del otro. De alguna forma yo invento, aprendo, o me convenzo de cuál sería la forma correcta y esperada para que los demás actúen respecto mi. Cuando nadie tiene la obligación de hacer absolutamente nada por mí.

En el momento en que dejemos de esperar a que la otra persona haga lo que yo quiero, dejaremos de sufrir y frustrarnos. Todo se vuelve ganancia, todo se vuelve un regalo, todo se vuelve un valor adicional en nuestra vida, y por lo consiguiente, estaremos mucho más plenos y felices.


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