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Decidiendo


Buenas o malas, nuestras decisiones nos definen. Y desde que somos niños vamos aprendiendo a decir "sí", y sólo algunos, a decir "No".

Cada una de éstas respuestas a la vida, nos transmite una lección, nos da una guía de hacia dónde queremos ir.

Cuando elegimos lo que vamos a estudiar, de que amigos nos rodeamos, una pareja, o si optamos por irnos a vivir a otro lugar, vamos trazando nuestro rumbo. Desde las pequeñas decisiones, hasta las que cambian vidas, gritan quienes somos.

Lo que es un hecho, es que el mayor aprendizaje será asumir cada una de las consecuencias que éstas nos impliquen. Realmente aprender de los errores y seguir adelante. Pero para lograr ésto, debemos aprender a auto observarnos. Entender que no es culpa de nadie lo que nos está sucediendo. Que no hay ningún otro responsable de mis decisiones que no sea yo. Porque no se vale pensar que lo que me pasa es por culpa de mi infancia, de mis padres, de mi pareja, de mis hijos, o de cualquier individuo o situación que se me atraviese. Sólo yo puedo decidir entre irme o quedarme, entre victimizarme o armarme de valor, entre aprender algo, o seguir equivocandome una y otra vez, repitiendo las acciones que me lastiman. Solo yo, puedo optar por ser feliz.

Observarnos como si estuviéramos fuera de nosotros, es lo que mejor me ha funcionado a mi, sin tomar partido, sin pensar que sólo yo tengo la razón. Dejando un poco el ego a un lado, y sin juzgarme. Ser objetivos con nuestras propias acciones no es fácil, se logra a base de repetición y esfuerzo. Desaprendiendo lo que dábamos por cierto, y abriendo el corazón y los brazos, dispuestos a recibir cada día algo nuevo y diferente que nos ayude a formar las bases que nosotros queremos tener, y estar preparados para tomar nuevas decisiones basadas en nuevas creencias.

Podemos tomar el rumbo del crecimiento y el desarrollo de la conciencia, o podemos elegir quedarnos en donde estábamos, echando la culpa a alguien más por lo que nos sucede. ¡La decisión es nuestra!


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